jueves, 11 de noviembre de 2010

La fosilización

La fosilización

     Para que un organismo dé lugar a un fósil ha de quedar enterrado en el fondo de una cuenca de sedimentación y ha de pasar un largo período de tiempo, algunos millones de años.

     Esto explica que haya más abundancia de fósiles de especies marinas que de fósiles de especies terrestres, ya que los fósiles terrestres tienen más probabilidades de quedar expuestos a los agentes erosivos.

     Los fósiles sólo se hallan en las rocas sedimentarias, ya que si estas rocas fueran afectadas por un intenso plegamiento o por la presencia de un magma cercano, de forma que se convirtieran en metamórficas, se destruirian prácticamente todos los fósiles.
     Las partes blandas de los organismos generalmente se pudren y no dejan huellas. Las partes duras se disuelven, pero el espacio que ocupaban no se modifica y los nuevos sedimentos, al rellenarlo, proporcionan una idea fiel de cómo eran.
     A veces, las partes duras de los organismos no se disuelven totalmente al fosilizarse, pero al final no tienen la misma composición que cuando el ser estaba vivo. Durante la fosilización se produce una petrificación, es decir, las moléculas del resto del ser vivo son sustituidas, una a una, por las moléculas del material geológico en el que quedó enterrado. De esta manera, lo normal es que los fósiles sean de caliza, de arcilla, de sílex, de ópalo y más raramente de pirita.
     Los restos del Cuaternario apenas presentan petrificación, ya que no ha pasado el tiempo mínimo necesario para que se dé este proceso. Los restos de vegetales han dado lugar a yacimientos de carbón.

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